Proyectos de Investigación

¿Por qué Siria?

En el desarrollo del proyecto HAR2013-45578R muchos de los caminos que enlazaban artística y culturalmente a al-Andalus y a Egipto acabaron llevándonos más allá, a Siria, Palestina, Líbano y Jordania. Intelectuales, embajadores, comerciantes y peregrinos andalusíes recalaron en tierras del Bilad al-Sham durante la Antigüedad y la Edad Media, tránsito que se interrumpió en cierta medida con el nacimiento del Imperio Otomano y la rivalidad de las potencias europeas.

Si Maimónides puede ser ejemplo de sabio andalusí instalado en Egipto, Ibn ‘Arabi representa a los muchos andalusíes que se instalaron en Damasco y otras ciudades de Siria. Es necesario tener en cuenta que los países mencionados, cuyas fronteras actuales se trazaron por las potencias coloniales europeas a partir de 1918, conformaron una única región en el pasado.

El hoy llamado Próximo Oriente, un término aún de tintes coloniales europeos, tuvo durante siglos otros nombres. El nombre de Siria, surgido en época helenística, usado en época bizantina, se transformó a la llegada de los árabes en Bilad al-Sham, la “tierra del norte” (vista con respecto al Hiyaz o Península Árabiga). En el Mediterráneo, los árabes se referían a estas tierras como al-Mashriq y los latinos como el Levante. Hasta la desaparición del Imperio Otomano y las particiones de Francia y Gran Bretaña, la Gran Siria o Bilad al-Sham abarcaba las tierras situadas entre los Montes Tauro de Asia Menor al norte, el río Eufrates al este, el norte de la Península Arábiga al sur y el Mediterráneo al oeste. En 1946, la República Siria conservó el nombre dado por los franceses. De manera que Siria, en términos históricos y culturales, no es sólo la Siria actual sino casi todo el Levante, que durante siglos constituyó un territorio múltiple pero una unidad política, bajo los Omeyas, los Abbasíes, los Ayyubíes, los Mamelucos y los Otomanos. Así también era concebido en la España medieval tal y como se ilustra en el Códice Rico de las Cantigas de Alfonso X que protagoniza Baybars.

Los lazos de Siria con al-Andalus, al igual que con Egipto, son bien conocidos a través de los relatos de los viajeros andalusíes e hispanos y de las formas compartidas visibles en su arquitectura y otras artes. Desde Egeria (s. IV) hasta Domingo Badía (Alí Bey) (Siria 1818), pasando ineludiblemente por Ibn Yubayr (m. 1217) e Ibn Battuta (s. XIV), fueron muchos los andalusíes que se establecieron en Siria (Cahen y Pouzet) y si bien muchos historiadores han resaltado su papel en el ámbito intelectual, apenas se ha estudiado la dimensión artística, económica y política del fenómeno más allá del período omeya (Torres Balbás, CALVO). El estudio de las tipologías arquitectónicas y decorativas (RUIZ SOUZA), los hallazgos más o menos recientes de idénticas piezas de bronce a un lado y a otro del Mediterráneo (AZUAR), los objetos de lujo (SILVA) y los ricos tejidos de múltiples orígenes conservados en la península (RODRÍGUEZ) o la presencia de mercancías andalusíes en los mercados de Anatolia hablan de la vitalidad de los intercambios comerciales entre las dos orillas del Mediterráneo a lo largo de toda la Edad Media (Constable, CALVO). Que Ibn Yubayr e Ibn Jaldun viajaran en barcos italianos hasta las costas de Egipto, Palestina y Sicilia o que los libros alcanzaran una rápida difusión por los centros del saber de todo el Mediterráneo (GONZÁLEZ FERRÍN) no deja de mostrarnos que existían unas redes de intercambio constantes y una cohabitación que a día de hoy parece utópica. Dar a conocer ese pasado compartido, ese patrimonio común debe ayudar a superar las barreras que hoy parecen hacer infranqueable el Mediterráneo.