“Hace falta una mujer en el mundo árabe que alce la voz”

Tres siglos de diferencia pero un mismo cometido: la defensa de la libertad. Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) y Elena Poniatowska (1932), monja y periodista respectivamente, son dos exponentes de la lucha femenina en México. Rocío Oviedo, profesora de literatura hispanoamericana de la Universidad Complutense de Madrid, presenta a estas dos mujeres como heroínas y altavoces de los colectivos mexicanos más silenciados. Dos referentes necesarios para otras sociedades donde todavía queda mucho por hacer por la defensa de la mujer.

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Rocío Oviedo observa un póster de Elena Poniatowska en su despacho. / UCM.
Rocío Oviedo observa un póster de Elena Poniatowska en su despacho. / UCM.

MARÍA MILÁN | ¿Qué tienen en común una monja del siglo XVII y una periodista nacida tres siglos después? “Sor Juana Inés de la Cruz y Elena Poniatowska son personajes paralelos por la dimensión y el reflejo que sus voces van a tener en la sociedad de su tiempo”, relaciona Rocío Oviedo, profesora del departamento de Filología Española IV en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

La investigadora ha analizado en un artículo publicado en Arbor estas dos figuras de la historia mexicana, dos heroínas que a través de su literatura reclamaron el papel que la sociedad de su tiempo les había negado.

En ambas se advierte un estilo periodístico narrativo y un tono de denuncia. En sus palabras, el lector advierte que las injusticias del México de hace trescientos años no distan tanto de las de ahora. “Se percibe el orgullo de ser mujeres y el conocimiento de su valía”, indica Oviedo.

Tanto Sor Juana como Elena fueron necesarias en su tiempo para alzar la voz contra las injusticias sociales. Dos figuras irrepetibles e inspiradoras, no solo en México. “Ambas proclamaban la libertad y hoy, donde más sentido tiene hacerlo es en el mundo musulmán. Es necesario que una mujer en el mundo árabe alce la voz y logre la misma repercusión que estas mexicanas”, anhela Oviedo.

Revolución en el convento

En un siglo, el XVII, en el que a la mujer poco le dejaban decir y mucho menos en el mundo eclesiástico, la voz y las obras de Sor Juana Inés de la Cruz brillaron con luz propia.

Sor Juana Inés de la Cruz. / Andrés de Islas.
Sor Juana Inés de la Cruz. / Andrés de Islas.

La obra de esta religiosa, interna en el convento de Santa Paula de la Orden de San Jerónimo de la Ciudad de México, así como su fama y la ostentación del saber del que hacía alarde provocaron cierto rechazo en la investigadora de la UCM, hasta que profundizó en su obra Carta Atenagórica (1690), un tratado sobre las finezas de Cristo, tema frecuente en los sermones de la época.

Lo que le llamó la atención fue su peculiar defensa de la libertad de fe. “Me parece extraordinario que una mujer del siglo XVII se atreva a decir que lo mejor que Dios le ha podido dar al hombre es la libertad”, explica.

A esta obra le siguen otras como Primer sueño (1692), una alabanza a la filosofía y al conocimiento, o Los enigmas ofrecidos a la casa del placer (1695), sobre fe e inteligencia y dirigido a una congregación de monjas portuguesas. “¿Cómo se atrevía a poner esos títulos? Era muy arriesgada y tiene un sentido periodístico; llamaba la atención igual que lo hacen los titulares de las noticias”, sostiene la filóloga.

Inteligente y atrevida, Oviedo está convencida de que a Sor Juana “le hubiera encantado nacer en el siglo XXI, y de hacerlo, sería una gran física porque se preguntaba cómo funcionaba el universo y todas las cosas”. Un mujer valiente a la que no impidieron publicar sus opiniones e incluso contó con el favor de altas esferas eclesiásticas, algo poco habitual en la época.

La periodista de los silenciados

En el mismo escenario, pero tres siglos después, Elena Poniatowska alza la voz en defensa de la libertad y los derechos humanos. Esta periodista, escritora y novelista, cuya carrera sigue activa hoy en día, plasma en sus crónicas y libros su férrea lucha contra las injusticias de su país.

Elena Poniatowska. / R. Fernández.
Elena Poniatowska. / R. Fernández.

Nacida en París y familia del último rey de Polonia, sus orígenes aristocráticos no le impidieron que se erigiera como altavoz de las clases más débiles de país. “En sus obras, Elena tiene un sentido protector enorme del México humilde”, asegura Oviedo.

Su literatura es testimonial, basada en entrevistas e investigación periodística e histórica. Por ejemplo, en La noche de Tlatelolco. Testimonios de historia oral (1971), la escritora recopila el pensamiento de testigos de la matanza de Tlatelolco, en la que decenas de civiles, principalmente estudiantes, murieron a manos del ejército y la policía, presuntamente por orden del gobierno.

Su objetivo, en esta y otras obras, es “dar voz a los personajes que trata con la máxima cordialidad”, apunta la filóloga, cuya relación con la periodista destila admiración. Su valía le llevó a alzarse con el Premio Cervantes en 2013.

En nuestro país, dos escritoras actuales cercanas a estas mexicanas podrían ser María Dueñas y Almudena Grandes. “Son dos personalidades que han escrito una obra literaria que también han marcado su tiempo”, concluye.

 

Referencia bibliográfica: Rocío Oviedo Pérez de Tudela. “De predicadoras, heroínas y malentendidos”. Arbor Vol. 192, 778, marzo-abril 2016. DOI: 10.3989/arbor.2016.778n2002

 


  
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