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¿Cómo gestionar la "comunicación contagiosa" sobre el coronavirus?

3 MAR 2020 - 10:08 CET

Por Adrián Corregidor, Vivian Lorena Ortiz, Mamen Ariza y Marina Viloria.

Como toda crisis, la propagación del coronavirus merece un análisis desde el punto de vista de la comunicación. Sobre todo, si tenemos en cuenta el rol fundamental que juegan los medios de comunicación y las redes sociales a la hora de diseminar las historias asociadas a esta situación.

El coronavirus es una crisis de orden mundial, no tanto por su índice de mortalidad, sino por su tremendo impacto en las agendas públicas y sanitarias, en los mercados financieros, en la actividad turística y comercial, y en la cotidianidad de millones de personas en todo el planeta.

El famoso virus ha ocasionado el surgimiento de diversos e interesantes fenómenos de comunicación: desde una epidemia con más probabilidad de contagio que el mismísimo coronavirus, hasta las teorías de la conspiración que tienen como protagonista a un novelista estadounidense de 74 años. Así pues, en este artículo comentaremos varios de aquellos fenómenos. 

La “infodemia”: más peligrosa que el COVID-19

La propagación de brotes infecciosos como el coronavirus, el ébola y la gripe aviar ha servido de caldo de cultivo para el nacimiento a otra epidemia mucho más poderosa, la “infodemia”. La OMS la define como: “la epidemia nociva de rumores que se genera durante los brotes”, o “la sobreabundancia de información (alguna rigurosa y otra no), que hace que para las personas sea difícil encontrar recursos fidedignos y una guía de confianza cuando la necesitan”.

La “infodemia” afecta a miles de personas por minuto, pues los gérmenes de la sobreinformación y la desinformación se incuban, principalmente, en las redes sociales, en los medios de comunicación y en las aplicaciones de mensajería instantánea, al tiempo que se transmiten de boca en boca en entornos familiares, sociales y profesionales.

Para dimensionar el poder multiplicador de esta enfermedad, basta con mirar algunos datos: por ejemplo, Google Trends afirmó recientemente desde su cuenta de Twitter que tan solo en la última semana de enero las búsquedas de las palabras clave “coronavirus symptoms” aumentaron en un 1.050%. Por su parte, un estudio de la revista Time, publicado el pasado 7 de febrero, señala que en los primeros 30 días del año se registraron 23 veces más noticias sobre el coronavirus, en medios impresos en inglés, que lo que se produjo sobre el ébola en el mismo rango de tiempo en 2018; una enfermedad cuyo índice de mortalidad alcanza el 50%.

Al respecto, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS señaló con motivo del coronavirus que: “la gente debe tener acceso a información precisa para protegerse a sí misma y a los demás, y agregó: “en la OMS, no sólo estamos luchando contra el virus; también estamos luchando contra los “troles” y los teóricos de la conspiración, que impulsan la desinformación y socavan la respuesta al brote”.

El coronavirus y las teorías de la conspiración

A propósito de los teóricos de la conspiración, el coronavirus ha propiciado el surgimiento de decenas de historias que circulan en medios, blogs y redes sociales, presentando una serie de enlaces y coincidencias que intentan explicar el nacimiento de la enfermedad en la ciudad china de Wuhan. Estas teorías también hacen parte de las dinámicas de comunicación en torno a la coyuntura. De hecho, son una manifestación clara de aquellas narrativas con altísimo potencial de viralización, que nos plantea Jonah Berger en su libro “Contagioso: Cómo conseguir que tus productos e ideas tengan éxito”, gracias al elevado nivel de excitación que pueden generar en aquellos que las consumen.

Para los creyentes de la conspiración, los orígenes del virus podrían ser muy distintos. En principio, circularon historias en las redes que advertían de que el virus habría sido creado intencionalmente en un laboratorio de máxima seguridad situado en Wuhan, a escasos 300 metros del mercado. La teoría logró tanto eco entre la opinión pública, que un grupo de 27 investigadores especializados en salud pública decidió compartir un manifiesto en la revista médica británica The Lancet negando esta versión y explicando sus daños e inconsistencias.

La muerte de la teoría del laboratorio dio paso a una incluso más fascinante para los amantes de la conspiración, porque involucra un elemento que todos quieren escuchar en este tipo de relatos: la premonición. Esta teoría sugiere que el coronavirus no sólo fue desarrollado malintencionadamente, sino que, además, sus creadores se inspiraron en una novela de los años 80’s titulada “Los ojos de la oscuridad”, del escritor estadounidense Dean R. Koontz. En uno de los capítulos de la obra, el autor de 74 años narra cómo un arma biológica, denominada “virus Wuhan-400”, llega al mundo “alrededor del 2020” y se expande entre las naciones, presentando inmunidad a los tratamientos convencionales.

Más allá de sus consecuencias, las teorías de la conspiración deben ser vistas como una oportunidad para tomarle la temperatura a la opinión pública, entender sus necesidades de información y perfeccionar los protocolos de comunicación, para evitar el contagio de la paranoia.

Claves de comunicación

Todavía falta tiempo para que la crisis del coronavirus termine. Sin embargo, ya son varias las claves de comunicación que esta coyuntura nos recuerda: por ejemplo, dimensionar correctamente el problema, centralizar la información y difundirla a través de canales oficiales; comunicar sobre la base de hechos reales; escuchar los rumores y desmentirlos a tiempo; hacer una gestión pedagógica para evitar la proliferación de las noticias falsas, y no descuidar a ninguno de los públicos.

Aplicando estos principios será más sencillo contener el avance de una epidemia que resulta altamente peligrosa desde el punto de vista de la comunicación. Tal y como señaló el experto en enfermedades infecciosas Adam Kucharski para The Guardian: “La desinformación sobre el coronavirus podría ser lo más contagioso del mismo”. 

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