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Tinta metaloácida

Las tintas metaloácidas, las más utilizadas desde la Edad Media y hasta avanzado el siglo XX, son tintas orgánicas permanentes resistentes al agua, de fácil elaboración y de un color oscuro que puede ser el negro, el azul o el conocido como verdigrís (usado para mapas y planos)[1].

Los primeros documentos escritos con tinta metaloácida sobre papiro se remontan a los primeros siglos después de Cristo. Por su indelebilidad, fue la tinta elegida para la documentación desde la Edad Media hasta el siglo XX.

La tinta de agallas de hierro está hecha principalmente de tanino (la mayoría de las veces se extrae de las agallas de los robles), vitriolo (sulfato de hierro), aglutinante (generalmente goma arábiga) y agua[2]. La fuerza colorante de la tinta era alta; era además fácil de hacer, los ingredientes eran económicos y se podía emplear con pluma, pluma de caña o pincel.

El principal deterioro provocado por estas tintas es la corrosión que genera oscurecimiento y fragilidad del papel llegando incluso a la perforación del soporte[3].




[1] BARBÁCHANO, Pedro “Las tintas metaloácidas y su conservación”, X Congreso de Estudios Vascos, Pamplona, 1987, pp. 411-412.

[2] “Iron gall ink - Ink of kings, monks and poets”, The Iron Gall Ink Website. En línea: https://irongallink.org/iron-gall-ink-ink-of-kings-monks-and-poets.html

[3] POZO MORIEL, Laura del, Las tintas metaloácidas y su tratamiento, Fondo Antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla, En línea: http://fondoantiguo.blogspot.com/2020/04/las-tintas-metaloacidas-y-su-tratamiento.html