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Entre deepfakes y vigilancia institucional: lo que Venezuela y Uruguay enseñan sobre desinformación electoral

28 may 2025 - 16:41 CET

Una investigación del Observatorio Complutense de Desinformación, presentada por Carmen Beatriz Fernández en la conferencia anual de WAPOR 2025, analiza los procesos electorales de 2024 en Venezuela y Uruguay. El estudio compara cómo un régimen autoritario y una democracia consolidada enfrentaron, con estrategias marcadamente distintas, el fenómeno creciente de la manipulación informativa en contextos electorales.

Por Victor Manuel Rodríguez, publicado originalmente en la Asociación de la Prensa Uruguaya

 

n un mundo donde las elecciones ya no solo se ganan con votos sino también con algoritmos, una investigación liderada por la politóloga Carmen Beatriz Fernández del Observatorio Complutense de Desinformación (España), coloca el foco en el análisis de dos caminos opuestos frente a un enemigo común: la desinformación.

El estudio, presentado en la conferencia anual de la Asociación Mundial para la Investigación de la Opinión Pública (WAPOR 2025), compara los comicios de 2024 en Venezuela y Uruguay, revelando cómo un régimen autoritario y una democracia plena enfrentaron —con herramientas radicalmente distintas— un fenómeno cada vez más sofisticado: la manipulación informativa electoral.

¿Por qué comparar a Uruguay y Venezuela?

La clave está en el contraste. Uruguay ostenta la categoría de “democracia plena”, mientras que Venezuela figura como un “régimen autoritario”.

Sin embargo, ambos países enfrentaron olas de desinformación durante sus procesos electorales de 2024. La diferencia crucial: quién orquesta la mentira y quién la combate.

Según el análisis elaborado por Fernández junto a Sofía Montero, Jordi Rodríguez-Virgili y Tony Frangie-Mawad, la exposición a la desinformación fue un fenómeno compartido, pero con actores, canales y respuestas institucionales radicalmente distintos.

En Uruguay, los responsables fueron principalmente partidos políticos y ciudadanos a través de redes sociales como Facebook, X e Instagram. En Venezuela, en cambio, fue el propio Estado el que lideró la ofensiva informativa, utilizando desde encuestas falsas hasta deepfakes y canales oficiales como la televisión estatal y grupos de WhatsApp para desacreditar a la oposición e inhibir la participación electoral.


La desinformación como estrategia de Estado

En el caso venezolano, el estudio —desarrollado en el marco del proyecto nacional financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación de España, titulado "Garantías institucionales y regulatorias.

Autoridades electorales y digitales ante la interferencia, la polarización y la publicidad segmentada" (PID2022-137245OB-I00)— identificó 223 incidentes de desinformación durante la campaña presidencial, sumados a otros 86 en las primarias opositoras de 2023.

Esta cifra no solo es alarmante en su volumen, sino también en su sofisticación. Las tácticas incluyeron el uso de inteligencia artificial para generar contenido falso, manipulación de encuestas y la creación de medios de comunicación ficticios (pseudo-media) que difundían narrativas alineadas con el régimen.

El objetivo era claro: deslegitimar a la oposición, sembrar apatía y confusión, y proyectar una imagen de control y consenso. Se trata de una estrategia integral que combina propaganda tradicional con herramientas digitales avanzadas, en un ecosistema informativo cerrado y difícil de auditar.


Uruguay: La vigilancia institucional como escudo

En el extremo opuesto, Uruguay registró solo 27 casos de desinformación electoral, según el monitoreo realizado por AFP Factual y citado por el equipo investigador del Observatorio Complutense de Desinformación.

Aunque la magnitud fue mucho menor, el estudio revela que también existieron intentos de erosionar la confianza ciudadana mediante rumores de fraude y manipulación de encuestas.

Uno de los casos más llamativos fue el del Partido Colorado y su candidato Andrés Ojeda, cuyo acto de cierre fue promocionado con cifras infladas de visualizaciones en YouTube —que luego se desplomaron tras la detección de visualizaciones posiblemente automatizadas o extranjeras.

Lo que diferencia a Uruguay no es la ausencia de amenazas, sino la fortaleza de su respuesta: monitoreo institucional en tiempo real, colaboración con plataformas tecnológicas, regulaciones claras y uso de inteligencia artificial para detectar campañas anónimas.


Encuestas manipuladas: Un punto en común

Ambos países compartieron una herramienta de manipulación común: las encuestas. Desde sondeos fabricados hasta metodologías sesgadas, el uso de datos estadísticos como arma de desinformación electoral fue documentado con detalle por Fernández y su equipo.

En Venezuela, esto formó parte del aparato de propaganda oficial; en Uruguay, se utilizó para generar narrativas favorables a ciertos partidos. Esta coincidencia demuestra que incluso en contextos democráticos, los instrumentos de opinión pueden ser distorsionados si no existen estándares rigurosos de transparencia y ética profesional.


Tecnología: ¿Arma o aliada?

La investigación del Observatorio Complutense de Desinformación, que forma parte del trabajo de Dataestrategia, advierte que la tecnología puede ser tanto amenaza como herramienta para la verdad.

En Venezuela, el autoritarismo la usa para reprimir y confundir. En Uruguay, la institucionalidad la aprovecha para proteger la integridad electoral. Pero en ambos casos, el ecosistema informativo se vuelve campo de batalla. La clave está en quién la controla y con qué propósito.

En Venezuela, iniciativas de tecnología cívica como la publicación abierta de actas y aplicaciones móviles de auditoría ciudadana ofrecieron una luz de esperanza, demostrando que incluso bajo represión, la sociedad civil puede innovar y resistir. En Uruguay, la fortaleza del aparato institucional permitió actuar con rapidez y eficiencia, generando confianza en el proceso electoral.


Lecciones para las democracias globales

El estudio concluye con tres enseñanzas fundamentales, formuladas por Carmen Beatriz Fernández y todo el equipo interdisciplinario:

  • Las instituciones importan: La fortaleza democrática de Uruguay permitió contener la desinformación.
  • La sociedad civil puede innovar incluso bajo represión: La experiencia venezolana muestra que la tecnología cívica puede desafiar al autoritarismo.
  • La verificación internacional y la transparencia son cruciales: Fact-checking colaborativo, educación en alfabetización informativa y normas éticas en encuestas son herramientas esenciales.

Ambos países ofrecen lecciones valiosas. Uno desde la resistencia ciudadana; el otro desde la respuesta institucional. En un tiempo donde las mentiras viajan más rápido que la verdad, la defensa de la democracia pasa por comprender, anticipar y desactivar la desinformación antes de que contamine la voluntad popular.

Accede AQUÍ al estudio completo

Artículo original en el sitio web de la Asociación de la Prensa Uruguaya AQUÍ.

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