La consolidación metodológica de la Epigrafía y Numismática: Joaquín María de Navascués (1950-1973)
Joaquín María de Navascués y de Juan (1950-1973)
Joaquín María de Navascués fue un destacado epigrafista y museólogo. Licenciado en 1919 en Filosofía y Letras, dentro de la Sección de Historia por la Universidad de Zaragoza, donde mostró desde sus inicios un notable interés en las asignaturas de Numismática y Epigrafía, Paleografía y Arqueología. Ese año se matriculó en los estudios de Doctorado pero los interrumpió cuando en 1921 aprobó las oposiciones del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.
Su trayectoria profesional comenzó con la dirección del Museo Arqueológico de Córdoba (1921-1925), fue profesor auxiliar de Paleografía y Diplomática en la Universidad de Zaragoza (1926-1928) y director del Museo Arqueológico y jefe de la Biblioteca Pública de Tarragona (1928-1939). Posteriormente, en 1941, fue nombrado colaborador de la sección de Epigrafía y Numismática del Instituto “Diego Velázquez” de Arte y Arqueología del CSIC y director del Museo Arqueológico Nacional (1951).
Retomó sus estudios doctorales y en 1949 defendió su tesis Epígrafes cristianos latinos de Mérida, la cual supuso su reconocimiento como especialista en epigrafía romana y visigoda. Un año después, el 27 de marzo de 1950, ganó la Cátedra de Epigrafía y Numismática de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid, donde impartió clases de Epigrafía Clásica y Numismática. La investigación en Epigrafía durante toda su trayectoria académica le permitió mantener una estrecha relación científica con el paleógrafo francés Jean Mallon.
El 15 de enero de 1953 ingresó en la Real Academia de la Historia, donde pronunció su discurso El concepto de la Epigrafía, consideraciones sobre la necesidad de su ampliación, obra clave para el posterior estudio y evolución de esta disciplina. Su investigación epigráfica se centró especialmente en la Antigüedad tardía, como demuestran su tesis doctoral, y estudios posteriores, entre los que destacan “Losas y coronas sepulcrales de Mérida. Ensayo sobre algunos de los caracteres externos de los epitafios de los siglos V al VII”, “La era As” o “La fecha del epígrafe emeritense de la mártir Eulalia”. Aunque la epigrafía de época tardoantigua ocupó un lugar central en sus investigaciones, también llevo a cabo el estudio de inscripciones romanas, manifestando un interés sobre cuestiones apenas abordadas hasta ese momento como el análisis de los elementos externos en su obra póstuma Las inscripciones vadinienses, publicada muchos años después, o “Caracteres externos de las antiguas inscripciones salmantinas. Los epitafios de la zona occidental”. Su investigación alcanzó incluso la Epigrafía Medieval y, aunque las aportaciones que realizó de esta época fueron puntuales, son relevantes dos de sus artículos “El epitafio latino del Rebbi Jacob, hijo del Rebbi Senior” y “Nueva inscripción mozárabe de la Alhambra”.
Hasta los nuevos planteamientos de Navascués, la Epigrafía se concebía como una ciencia auxiliar de la Historia y la Filología, centrada exclusivamente en el análisis del texto. Navascués fue más allá de esta visión y en sus trabajos planteó un estudio integral de las inscripciones que incluyera también los “caracteres externos”. No negó la concepción clásica de Epigrafía, donde es esencial la lectura e interpretación de las inscripciones, pero creyó necesario el estudio íntegro de los epígrafes, tal y como dejó plasmado en su Discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia: “La inscripción, es pues, como todo escrito, un cuerpo físico en el cual se funden en un solo ser la escritura y su soporte, el cual es a su vez la expresión plástica de un lenguaje y de un pensamiento”. A partir de esta concepción, materia, forma y escritura pasaron a formar parte esencial del estudio de las inscripciones.
Dibujo de inscripciones vadinienses realizados por Joaquín María de Navascués. © Museo Monetario de la Universidad Complutense de Madrid.
Aunque su investigación se centró en la Epigrafía, Navascués realizó también aportaciones significativas a la Numismática. En 1951 fundó el “Instituto Antonio Agustín” de Numismática y su revista Numario Hispánico, destinada a la difusión de novedades numismáticas españolas y extranjeras. Entre sus estudios numismáticos más relevantes, se encuentran: “En torno a las Series Hispánicas Imperiales”, “El Museo del Gabinete Numismático de Cataluña”, “El Jinete lancero. Ensayo sobre el dinero de la época sertoriana, 82-72”, “El Gabinete Numismático del Museo Arqueológico Nacional”, “Las monedas hispánicas del Museo Arqueológico Nacional”, “Los sueldos hispano-árabes”, “Las monedas arsetanas de sistema griego” o su publicación póstuma “La moneda de Aragón”.
Las investigaciones de Joaquín María de Navascués fueron, sin duda, de especial relevancia para los estudios de Epigrafía y Numismática, situándolo como una figura clave en la consolidación científica de ambas disciplinas.
