Noticias - ECOFICCIONES: CINE Y CRISIS CLIMÁTICA

El Olivo (2016) Cuando abrazar un árbol es abrazar la vida

7 oct 2023 - 02:26 CET

Aquel ser humano que no conoce la naturaleza, que no camina bajo sus ramas

y las hojas como bajo su propio techo, es parcial y está herido.

Mary Oliver

 

  • País: España
  • Dirección: Icíar Bollaín
  • Guión: Paul Laverty

 

El olivo es el árbol más simbólico para todas las culturas de la cuenca mediterránea. Todavía hoy un olivo nos habla de longevidad, de resistencia, de inmortalidad. El más antiguo del mundo tiene cuatro mil años y un nombre propio: Al-Badawi (El grande) y está cercano a la ciudad de Belén. Muchos pueblos han integrado los olivos en sus historias primigenias. Los egipcios ponían una rama en las tumbas para que pudieran ser así reconocidas por Isis. Para los griegos cuando Atenea, la diosa de la sabiduría, funda Atenas, golpea la tierra con una lanza de la que brota un olivo, que desde entonces se convirtió en un símbolo de fertilidad: los descendientes de los dioses nacían a sus pies, y por eso las mujeres que querían tener hijos y no podían, debían dormir bajo su sombra. También era el signo de la victoria, y los ganadores de los juegos olímpicos eran coronados con sus ramas. Para la tradición judía, el olivo representa la paz, porque la paloma que sale del arca y vuelve con una rama de olivo en el pico, se convirtió en el símbolo de la promesa que Dios le hizo Noé de que nunca más volvería a inundar la Tierra. Para los musulmanes, el aceite de las olivas es una bendición divina.

Los símbolos tan fuertemente arraigados perviven durante milenios y condensan las aspiraciones, las emociones, los miedos o los deseos de los pueblos. En este caso el olivo es un símbolo benévolo que nos devuelve la imagen más positiva de nosotros mismos como cultura, y por eso en 1960, cuando Neil Armstrong pisó por primera vez la superficie lunar, dejó una rama bañada en oro que la NASA le había encargado depositar allí como representación del deseo de paz universal.

El olivo es una película de Icíar Bollaín que cuenta la relación de protección y cuidados entre un abuelo y su nieta en alguna zona costera del Mediterráneo español. El abuelo ha vivido cultivando su tierra, un olivar con ejemplares muy antiguos; el más querido, uno que ronda los dos mil años. La película nos muestra en flashback cómo uno de sus hijos vende el olivo sin respetar la opinión de su padre ya anciano que insiste:

“Ese árbol no es nuestro. Se ha heredado de los bisabuelos a los abuelos, de los abuelos a los padres, de los padres a los hijos, y así… (…) Ese árbol no tiene precio. Ese olivo es sagrado y ese árbol es mi vida, y vosotros queréis quitarme mi vida (…) Ese árbol no es nuestro tampoco. Es la vida, la historia.”

La película comienza cuando el abuelo está en una avanzada fase de Alzheimer, y la nieta se propone recuperar el olivo vendido con la esperanza de que el anciano recobre la salud. Para ello consigue dos apoyos: su tío y un amigo a los que engaña para ir a Alemania a rescatar el árbol que está decorando el vestíbulo central de una gran empresa. Por el camino, encuentra otras alidadas: mujeres jóvenes del movimiento ecologista que moverán las redes sociales para conseguir presionar a la empresa.

En la película, el árbol milenario funciona como una potente metáfora de la resistencia de personas y colectivos que se niegan a tratar la tierra y la naturaleza como a una simple mercancía. Es la historia de una mujer joven que sufre por su abuelo, poniendo en evidencia el poder que tienen los lazos personales para resguardar a la naturaleza y la vida ante un sistema capitalista que pone precio a todo. El punto de vista es el de una joven que no acepta que el dinero esté por encima de la naturaleza ni de los afectos. En el olivo se condensa todo el valor y la fuerza de la historia. Lo vemos primero fuerte, acogedor y misterioso cuando la niña juega a sus pies. Lo vemos luego podado, mutilado, arrancado de la tierra en una escena trágica en la que la niña abraza al árbol desesperada por protegerlo. Y lo vemos por fin otra vez plantado en mitad de un edificio, disminuido, casi poca cosa. El árbol simboliza así la pérdida de poder de la naturaleza a manos de la depredación capitalista, que intenta domarla para ponerla a su servicio. Mientras que el árbol plantado representa la tradición y el respeto por la vida, el árbol podado y vuelto a plantar en medio de un edificio acristalado representa el fin de la vida natural. En la película, un árbol que ha sido historia para una familia acaba convertido en el símbolo del poder del dinero.  

 

Ecofeminismo para un mundo futuro

 

La historia de Bollaín nos hace pensar en el Ecofeminismo, porque habla sobre todo de cuidados a las personas y a la naturaleza. El Ecofeminismo es una corriente de pensamiento que analiza las conexiones ideológicas, históricas o materiales que existen entre la dominación masculina sobre las mujeres y sobre el mundo natural, a través de lo que se denomina una “matriz de dominación”, compuesta por teorías y prácticas en la vida cotidiana.  Ese sistema se naturaliza y se vuelve invisible para las personas. Resulta así natural, por ejemplo, que los varones tengan el poder sobre las mujeres, pero también sobre los animales o las plantas. En los sistemas patriarcales, las figuras masculinas adultas tienen el poder, y lo tienen sin límite, sobre niños y niñas, mujeres y toda la vida natural.

La palabra ‘ecofeminismo’ fue utilizada por primera vez por la feminista francesa Francoise D’Eabonne en 1974, y desde entonces bajo esta denominación se han realizado múltiples investigaciones y acciones reivindicativas. El objetivo común de los grupos ecofeministas es conseguir la emancipación humana incorporando todos los grupos y colectivos que han sido definidos como “otros”, como lo extraño, como lo diferente. No es extraño que en el Ecofeminismo los sujetos de emancipación sean las mujeres, los grupos oprimidos, pero también los animales y el mundo natural en general.

Alicia Puleo insiste en que el Ecofeminismo implica diálogo intercultural y sororidad, ya que no se trata solo de un feminismo ambiental que racionalice el uso de los recursos naturales. Se trata también de defender los derechos de las generaciones futuras, y de “actuar en defensa de quienes viven hoy en el mundo, en particular de las poblaciones más vulnerables de los países empobrecidos”. El Ecofeminismo se basa en una estrategia integradora de todas las luchas de las mujeres del mundo, sean del Norte global o sean las mujeres de las zonas más empobrecidas del planeta, porque todas ellas comparten una realidad histórica: se han ocupado de manera específica del cuidado de la vida humana y no humana. Esta práctica vital es la base para construir una expresión política que busca la justicia y el equilibrio ecológico en toda la Tierra.

El Ecofeminismo, como lucha particular de las mujeres, tomó forma desde distintos lugares del mundo. Los trabajos de María Mies en la Escuela de Bielefeld en Alemania, que insistían en la necesidad de recuperar los conocimientos ecológicos tradicionales de los campesinos y las mujeres como proveedores de la vida; las cosmovisiones indígenas latinoamericanas del “Buen Vivir”; las luchas de las mujeres en la India por la soberanía alimentaria sobre las que ha llamado la atención Vandana Shiva o las teorías del decrecimiento económico en el Norte global defendido por teóricas como Yayo Herrero. Todas son apuestas que pretenden superar el dualismo entre humano vs naturaleza que ha estado en la base del desarrollismo y la industrialización.

 

Abrazar un árbol, abrazar la vida

 

En la película vemos una lucha personal y familiar en el Norte global que asociamos con la metáfora de abrazar un árbol, que nos recuerda a las prácticas de las mujeres del movimiento Chipko de la India, que en los años ochenta consiguieron gran visibilidad en el mundo de la ecología, por oponerse a la tala de árboles en la India. Chipko significa literalmente ‘abrazar’, y en eso consistían las acciones de las activistas: abrazarse literalmente a los árboles para que no pudieran talarlos. El movimiento fue impulsado por dos discípulas de Gandhi: Mira y Sarala Bhen quienes desarrollaron estrategias de resistencia pasiva no violenta, para oponerse a la destrucción de los bosques con el fin de obtener terrenos baldíos para la agricultura extensiva y al pastoreo. El movimiento Chipko tuvo un dramático antecedente en 1730, cuando 363 personas fueron asesinadas por oponerse a una tala masiva en su territorio ordenada por el rey de Jodhpur de árboles sagrados llamados Khejri. La líder del movimiento fue una mujer: Amrita Devi, que sigue siendo recordada junto con sus compañeras todos los años en el Forest Martyrs Day.

El movimiento Chipko ha seguido activo desde 1972, ateniéndose a una ética concreta: dar valor al sentimiento de pertenencia al territorio natural y cuidarlo. En este principio hay una crítica al desarrollismo colonizador europeo que vino a desestructurar las fórmulas tradicionales de supervivencia, implantando la economía del dinero que causó la miseria en una gran parte de la población local. Vandana Shiva recogió el siguiente comentario en un contexto de tala de árboles, cuando se les decía a las mujeres: “¡Qué tontas son! ¿Cómo van a saber el valor de los bosques, ustedes que impiden la tala de árboles? ¿Saben ustedes lo que dan los bosques? Producen ganancias, resina y madera”. En respuesta, las mujeres cantaron: “¿Qué dan los bosques? Dan agua, tierra y aire puro. Dan agua, tierra y aire puro. Sustentan la Tierra y todo ella lo da.” En la actualidad el movimiento se extiende en toda la zona del Himalaya, y se centra en conseguir que el gobierno modifique su política forestal.

Los movimientos de mujeres constituyen hoy una fuerza política para combatir el cambio climático, la deforestación de los bosques y la penetración de las empresas extractivistas que se van haciendo con sus territorios con la connivencia de muchos gobiernos, sin importarles la naturaleza ni los límites del mundo. Frente a esto, el Ecofeminismo argumenta que es un grave error separar a los seres humanos de la naturaleza. El sistema productivo, no puede dar la espalda al sistema de reproducción de la vida, de la que las mujeres tanto saben, porque durante miles de años se han encargado de ella.

 

La importancia de los bosques

 

La trama de El olivo gira en torno a la importancia del cuidado de los árboles y los bosques para el equilibrio del planeta, cuya superficie está cubierta a día de hoy por el árboles en el 31%. El Informe de WWF de 2021: Frentes de deforestación; causas y respuestas en un mundo cambiante alerta del grave peligro de perder estos espacios naturales que albergan la mitad de las especies del mundo y retienen el 75% de agua dulce. Entre el año 2004 y el 2017 se perdió en el mundo una superficie arbórea equivalente a Marruecos de bosques en el mundo. Las mayores áreas de deforestación están sobre todo en América Latina, África Subsahariana, Sureste de Asia y Oceanía. El caso de La Amazonía, la selva tropical más grande del mundo es especialmente sangrante. Sólo la ganadería brasileña ha causado un 80% de deforestación en la zona, que supone un 14% del global. La deforestación produce un gran daño ecológico, pero también un daño humano. Hoy en día, hay más de tres mil territorios indígenas en la Amazonía luchando a brazo partido contra las empresas extractivistas apoyadas por los gobiernos, que destruyen sus formas de vida tradicionales. Desde que los madereros y mineros marcaron como objetivo la selva, se han producido muchos asesinatos de personas por defender sus territorios. El año 2019 fue especialmente dramático, desde que el ultraderechista expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro emitió una orden ejecutiva que permitía regular la tierra de los indígenas desde el Ministerio de Agricultura. Además, los enormes incendios forestales de 2019 han afectado negativamente a todo el ecosistema.

En España, la situación de los bosques fue calificada de positiva entre los años 1990 y 2013, en los que aumentó un tercio la masa forestal. Pero hoy, según un informe de Greenpeace, España es uno de los países de la Unión Europea más afectado por los incendios. Durante las olas de calor este año 2022 se han calcinado el 40 por cierto del total de hectáreas quemadas en toda la Unión Europea.

La desaparición o disminución de las masas boscosas tiene consecuencias dramáticas a muchos niveles. En primer lugar, para el ecosistema mundial ya que en los bosques se produce una estabilización de las temperaturas, que frena las precipitaciones torrenciales que tanto daño causan en algunas zonas de la Tierra. Los bosques ayudan a infiltrar de forma adecuada el agua en los terrenos, y que no se empobrezcan los sustratos. Sin los bosques se extinguen especies de plantas silvestres y animales, con consecuencias trágicas para el ecosistema.

En las últimas décadas por todo el mundo se han desarrollado asociaciones y plataformas de mujeres interesadas en la conservación de la naturaleza y los bosques. La keniana Wangari Maathai, fundó en 1977 el Movimiento Cinturón Verde para impulsar la reforestación. Consiguió implicó a las mujeres para que realizasen pequeños invernaderos con semillas de árboles autóctonos, por lo que recibían una pequeña remuneración. En su proyecto de reforestación estaba implícito que el mantenimiento de los bosques iba más allá de combatir la desertización, porque contribuía a mejorar la crisis del agua que provoca en África constantes hambrunas en las zonas rurales. En el año 2004 le fue concedido el Premio Nobel de la Paz.

El movimiento de mujeres conservacionistas se ha extendido por todos los continentes. Por ejemplo, el Grupo de Mujeres Paran de Kenia (África), el Consejo Aguaruna Huambisa de Perú (Latinoamérica y Caribe), el Grupo de Trabajo de Mujeres Indígenas de Camboya (Asia), la Organización de Mujeres Indígenas de Acre en Brasil. No quiero cerrar este capítulo sin un recuerdo a la activista Berta Cáceres, cofundadora del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras, asesinada a los cuarenta y cuatro años en su casa por liderar la oposición a un gran proyecto hidroeléctrico en su país, que supondría el empobrecimiento y el abandono de miles de personas.

Y es que hay una cara oscura de todo este proceso de movilización en favor de la conservación de los bosques y los entornos naturales: son los asesinatos a activistas medioambientales que no han parado de crecer en los últimos años. En el año 2020, según datos de la ONG Global Witness en su informe Última línea de defensa se perpetraron 227 asesinatos de activistas, el número más alto de la historia. Una cifra que puede ser mayor, ya que es imposible recoger todos los datos en poblaciones sistemáticamente amenazadas por la violencia. Los países en los que se concentran el mayor número de asesinatos son: Colombia (65), México (30) y Filipinas (29). Brasil (20), Honduras (17), R. D. Congo (15), Guatemala (13), Nicaragua (12), Perú (16), India (4) Indonesia (3), Tailandia (2), y uno en Arabia Saudita, Sri Lanka, Nepal, Canadá, Costa Rica, Uganda, Irak, Argentina y Kiribati. Según el informe, el 70% de estas personas asesinadas lo fueron por defender los bosques frente al desarrollo industrial de las grandes empresas multinacionales. En este mapa trágico vemos claramente cómo los territorios más afectados por la violencia pertenecen al Sur global. Además, hay un sesgo evidente respecto a las personas racializadas ya que la mayoría de los ataques los sufrieron personas indígenas, cuando sólo representan un 5% de la población mundial.

No es la primera vez que Icíar Bollaín trató el tema de la ecología. En su película También la lluvia (2010) retrata la llamada “Guerra del Agua” en Bolivia en la región de Cochabamba, una serie de sucesos ocurridos en el año 2000 cuando la multinacional Bechtel firmó un contrato con el gobierno boliviano para privatizar el agua en la región, en un proyecto impulsado por el Banco Mundial. La subida de los precios acabó ahogando a la población local y se produjo un estallido social en el que murió un joven de 17 años y se produjeron cintos de heridos y encarcelados durante las protestas.

La película de El Olivo es, como la película anterior, una crítica al mercantilismo, a la cultura del dinero, a la instrumentalización del medio natural, pero mucho más centrada en los procesos emocionales de los personajes. Es una historia de las pérdidas, pero también ofrece consuelo y reconciliación. La imposibilidad de rescatar el árbol o la muerte del abuelo de la protagonista son sanadas en el acto simbólico de plantar un olivo nuevo y expresar el deseo de que viva otros dos mil años y esperar que la humanidad sea capaz de reconciliarse con la tierra durante ese tiempo.

 

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-Mies, M. y Shiva, V. (1997) Ecofeminismo. Teoría, crítica y perspectivas. Barcelona, Icaria.

-Puleo, A. (2019) Claves Ecofeministas. Para rebeldes que aman a la Tierra y a los animales. Madrid, Plaza y Valdés.

-Shiva, V. (1988) Abrazar la vida. Mujer, ecología y supervivencia, Madrid, horas y HORAS.

 

 

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