San Francisco de Asís en la zarza


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San Francisco de Asís en la zarza

Matías de Torres (Aguilar de Campoo, Palencia, 1635-Madrid, 1711)

ca. 1670

Óleo sobre lienzo. 169 x 212,5 cm

Inscripción en el ángulo inferior derecho del marco: sello en círculo con el n.º 28 manuscrito, correspondiente al Inventario de los efectos existentes en el edificio del Noviciado en 1857

Número de catálogo: CUC000244


Esta obra representa a san Francisco en la zarza, con la figura recostada del santo, desnudo, y el curioso demonio-mujer, que viste ropas de refinadas tonalidades violáceas. 

El lienzo nos muestra una de las historias que circulaban sobre la santidad de san Francisco de Asís. Este, que regresaba al convento de la Porciúncula, durante el trayecto tropezó con el demonio quien le tentó. Tras desnudarse se echó en unas zarzas para mortificarse y rechazar así cualquier atisbo de cometer pecado. Al instante brotaron milagrosamente entre las espinas unos hermosos rosales. En el cuadro, la tentación se personifica en la hermosa figura de la diablesa que huye volando por el lado derecho, tras ser rechazada por el santo; en la penumbra, san Francisco yace en actitud de oración mientras comprueba con una mirada ligeramente sesgada que la aparición se aleja; por encima de él, una cohorte de cabezas de querubines parecen brindarle una protección divina; mientras, junto al santo, comienzan a brotar unas sencillas florecillas, símbolo del rosal que brotó, según recoge la leyenda.

Se detecta del estilo de Matías su tratamiento especial y muy acentuado del claroscuro, si bien se observa tanto en el paisaje como en las figuras fórmulas que en los años centrales del siglo XVII había utilizado Alonso Cano –una blandura en el tratamiento del contorno de sus figuras, una delicadeza en los gestos y posturas que entroncan claramente con los modelos que podrían haber contemplado en artistas del Renacimiento italiano–. Por otra parte, el tratamiento del paisaje con celajes de un azul intenso y formas suavizadas por un sfumato que las difumina en la lejanía en atardeceres de una gran belleza son ingredientes que también podemos ver en obras de Cano.

Para la realización de la figura del santo y de la imagen simbólica de la tentación –y en especial esta–, Torres hace uso de su repertorio habitual de personajes y escorzos de otras pinturas suyas. Así, el escorzo tan acentuado de la “aparecida” tentación femenina conecta directamente con el de Raquel escondiendo los ídolos, lienzo del conjunto del retablo mayor de la Iglesia de la Santísima Trinidad de Atienza.