Capricho n.º 1: Francisco Goya y Lucientes, pintor


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Capricho n.º 1: Francisco Goya y Lucientes, pintor

Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, 1746-Burdeos, 1828) 

1797-1799

Aguafuerte, aguatinta, buril y punta seca sobre papel verjurado ahuesado Arches. Huella: 220 x 150 mm. Papel: 377 x 265 mm

Inscripción en el ángulo superior derecho: “P. 1”; y en la parte central inferior: “Fran.co Goya y Lucientes,/Pintor.”

Número de catálogo: CUC001277


A finales de la década de 1790, cuando el pintor aragonés ideó y elaboró los Caprichos, se encontraba en un momento de gran madurez y esplendor creativo. Todo ello le impulsó a retratarse en la primera estampa de la serie, reivindicándose como un gran artista capaz de abordar una empresa plástica tan singular, ambiciosa y comprometida como aquella, dejando constancia para la posteridad de su aspecto en ese preciso momento de su trayectoria.

Goya se retrató sobre un fondo con efectos de claroscuro, con un encuadre de busto, de perfil hacia su derecha ligeramente girada, para mostrar con sutileza la parte del ojo de la mitad oculta del rostro. De esta forma dotó al semblante de una mayor expresividad y consiguió un notable efecto volumétrico. 

Se plasmó a sí mismo como un auténtico dandy siguiendo el novedoso patrón estético masculino que llegaba de Londres, demostrando su gran afición a la moda y a vestir bien, con una moderna chaqueta tipo frac, que conformaba la capa exterior del refinado atuendo. Sobre los cuellos de la camisa y la chaqueta se monta, respondiendo a la moda vigente en la Francia del Directorio, el abundante pelo natural del pintor. Es de un profundo tono oscuro y toques canos en la única sien visible del retratado, que rondaba los 52 años. Está tocado con un elegante sombrero negro de copa alta, netamente inglés y novedoso en la España de la época, con lo que deja constancia de su talante ambicioso y decidido, y del alto estatus social adquirido gracias a su enorme talento y esfuerzo personal.

Paradójicamente, todo ello parece entrar en contradicción con el gesto adusto y la mirada entre melancólica e incisiva del rostro que, con su seria actitud escrutadora, parece querer reflejar el profundo espíritu crítico que domina toda la serie grabada que encabeza este autorretrato. A nivel plástico se caracteriza por un uso muy expresivo y moderno de la técnica del aguafuerte; aparentemente muy espontáneo, pero que conllevaba, en contra del tópico, un importante trabajo previo de preparación de la estampa.