101 Obras Maestras



Un comité científico integrado por investigadores y profesores de universidad, especialistas en Historia del Arte e Historia de la Ciencia, ha sido el encargado de seleccionar las 101 obras, bajo los criterios de importancia y representatividad en el tema, variedad, originalidad y participación de los muchos museos y bibliotecas que atesoran el rico patrimonio histórico y científico de Madrid. 101 porque esas piezas nunca podrían ser un número finito y redondo (ni 10, ni 100, ni 1000), y aun siendo obras maestras de la ciencia y el arte estas que aquí se presentan, habría cabida para muchas otras más. Este mismo comité científico definió los once itinerarios temáticos, estrechando con ello los lazos no solo de unas obras aparentemente divergentes, sino también de instituciones y públicos diversos.

Cada una de 101 obras ha sido explicada en una breve ficha redactada por especialistas de muy distintos ámbitos: investigadores, profesores de universidad, personal de museos y bibliotecas, arquitectos, arqueólogos, etc. En ellas se condensa el interés de la pieza en el marco de este proyecto, y para lectores ávidos de conocimiento, se aporta una bibliografía que permitirá leer más.

El proyecto 101 obras maestras: ciencia y arte en los museos y bibliotecas de Madridha sido coordinado desde el Instituto de Historia (CCHS) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Su realización ha sido posible gracias a la financiación de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología en su Convocatoria de Ayudas del Programa de Cultura Científica y de la Innovación 2012, que ha permitido la realización de este proyecto online y su traducción al inglés. 

 
 

PIEZAS SELECCIONADAS DEL PATRIMONIO COMPLUTENSE  

BIBLIA POLÍGLOTA COMPLUTENSE

Autor: Arnao Guillén de Brocar
Fecha: Alcalá de Henares, 1514-1517 [pero 1520]
Localización: Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla, UCM (BH FOA 101-106, BH FOA 194-199, BH FOA FLL Res. 219-224, BH FLL Res. 217 [IV], BH FLL Res. 218 [V, único volumen conservado del ejemplar impreso en vitela]);
Características técnicas: libro impreso; seis volúmenes en folio

La Biblia Políglota Complutense es la primera edición impresa en varias lenguas de una Biblia completa, uno de los testimonios más relevantes del humanismo cristiano renacentista y el mayor monumento tipográfico de la imprenta española de la época. Su elaboración fue encargada por el Cardenal Cisneros a la Universidad de Alcalá a principios del siglo XVI. Los trabajos se iniciaron con la búsqueda de los textos sagrados, para lo cual el Cardenal Cisneros compró o pidió prestados antiguos y valiosos códices latinos, caldeos, hebreos y griegos. Algunos han sobrevivido a los siglos y son custodiados en la actualidad en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid. El siguiente paso fue reunir a los sabios colaboradores, muchos de ellos también profesores en Alcalá. Destacaron los hebraístas Alfonso de Zamora, Pablo Coronel y Alfonso de Alcalá; los helenistas Demetrio Ducas, Hernán Núñez de Guzmán, Diego López de Zúñiga y Juan de Vergara; y entre otros latinistas trabajó algún tiempo Antonio de Nebrija.

La impresión, encargada al tipógrafo Arnaldo Guillén de Brocar, resultó determinante para el éxito y la fama de la obra. El sencillo diseño de sus limpios y bellos tipos, la admirable maquetación, la extraordinaria corrección tipográfica, la esmerada estampación y la intensísima y lúbrica tinta negra, hizo de la Biblia Políglota Complutense una de las obras más bellas del siglo XVI.

Está estructurada en seis volúmenes en folio, todos con portada a dos tintas con el escudo de armas del Cardenal Cisneros rodeado de una orla renacentista. Los cuatro primeros, correspondientes al Antiguo Testamento, están impresos en hebreo, latín de la Vulgata y griego en la versión de los Setenta con traducción latina interlineal. En el Pentateuco se incluye además el Targum arameo de Onqelos, con su correspondiente traducción latina. El volumen V recoge el Nuevo Testamento, con texto en griego y latín de la Vulgata, e incluye un diccionario griego-latino. El VI contiene un vocabulario hebreo-caldeo con explicación latina de cada término, un índice de nombres propios latinos con su correspondencia en hebreo o griego, y una breve gramática hebrea.

La impresión comenzó en enero de 1514 con el volumen V. En julio de 1517 se finalizaron los seis volúmenes, pero no salieron a la venta debido a circunstancias adversas, como la muerte del Cardenal Cisneros. En 1520 se recibió el breve de aprobación de la obra concedido por el papa León X, aunque no fue hasta 1521 cuando, al parecer, comenzó la venta, a seis ducados y medio de oro, de los 600 ejemplares editados en papel. Además, se imprimeron otros seis ejemplares en vitela. Esta es la razón por la que el Nuevo Testamento griego de esta Biblia fue el primero impreso, en 1514, pero no el primero en difundirse, pues se adelantó el de Erasmo en 1516. Sin embargo, sí fue la primera Biblia políglota completa, modelo de la segunda, la Biblia Regia (Amberes: Plantino, entre 1569 y 1573), y de las posteriores de París (1624-45), o la inglesa de Walton (1657).

* Alcalá de Henares, Casa Consistorial del Ayuntamiento; Alcalá de Henares, Sociedad de Condueños (SCIA22BIB [VI]); Alcalá de Henares, Universidad; Madrid, Archivo Histórico Nacional (253-258 y 110-115); Biblioteca del Congreso de los Diputados (S.3.734 [I-IV]); Fundación Lázaro Galdiano (1170-1175); Biblioteca de Palacio Real (III-6822-6827, VIII-633 [VI] y VIII-3723-3728); Biblioteca del Senado (26396-99 y 27129-30 [El vol. I incompleto]; Biblioteca de la Universidad Pontificia de Comillas (399 [I-V]; Biblioteca Zabálburu (IV-222-227); Real Academia de la Historia (5-1356/1361); San Lorenzo de El Escorial, Real Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial (1-IV-8-13, 73-VIII-17, 95-V-9-14 y 118-IV-16-18)

Marta Torres Santo Domingo

VENUS ANATÓMICA. DISECCIÓN DE GLÁNDULAS MAMARIAS Y DE LA VASCULARIZACIÓN ABDOMINAL Y DEL APARATO GENITAL FEMENINO

Autor: Ignacio Lacaba y Vila (1745-1814)
Fecha: 1786
Localización: Madrid, Museo de Anatomía Javier Puerta, Facultad de Medicina Universidad Complutense de Madrid
Características técnicas: escultura de cera coloreada; tamaño natural 


Esta figura de cera forma parte de la colección de piezas anatómicas que desde el siglo XVIII fueron empleadas como soporte tridimensional para el estudio anatómico. El museo, heredero del Gabinete Anatómico del Real Colegio de Cirugía de San Carlos de Madrid, fundado por Antonio Gimbernat y Mariano Ribas, cuenta con magníficas piezas de disección naturales y artificiales, realizadas en madera, escayola policromada, cartón piedra, porcelana y cera.

El empleo de modelos artificiales permitía a los científicos realizar un estudio pormenorizado de lo oculto tras la piel, ya que la rápida descomposición de la carne dificultaba la observación en cadáveres. Entre las técnicas empleadas, la ceroplastia, gracias a la maleabilidad de la cera y su fácil tinción, facilitaba un grado de minuciosidad difícilmente alcanzable con otros materiales escultóricos. En estas figuras, la cera ya no es un material previo, de ensayo, es el soporte de la obra definitiva.

El actual director del museo, Fermín Viejo Tirado, nos facilitó la documentación cuyo análisis reveló la fecha de realización de la figura, finales de 1786, y al autor de la misma, Ignacio Lacaba, maestro disector anatómico del Colegio de Cirugía de Madrid, gran conocedor de la ceroplastia, como explica en su obra Curso completo de Anatomía del cuerpo humano (1796-1800), junto a Jaime Bonells.

El detalle anatómico de la figura, conocida como “Venus de Medicis”, evidencia el cuidadoso estudio científico. Al mismo tiempo, la elección de una figura femenina paradigmática de la escultura clásica, como la Venus púdica que tiende a cubrir su cuerpo, desvela el gusto por la expresión natural del desnudo, símbolo del ideal artístico neoclásico, y por consiguiente adecuado soporte para el conocimiento científico. El artista, sin renunciar a la cita clásica, recrea un estudio anatómico sobre el cuerpo de una Venus que se abre mediante dos tapas, que descubren, en la parte superior, la anatomía de las glándulas mamarias y su vascularización, y la del abdomen y el aparato genital femenino, en la inferior.

Son imágenes que nos ayudan a conocer la realidad oculta, vinculada a la necesidad de la muerte para su contemplación, que dan luz a una doble ceguera, la de la necesidad vital y la del desconocimiento científico. El artista hace visible y perdurable la realidad que el científico interpreta, ya no como parte de una imagen de belleza ideal, sino como expresión de un saber común de lo feo, lo repulsivo, que el lenguaje científico reviste de una dignidad docente y necesaria para el conocimiento anatómico. En definitiva se trata de partes de una enciclopedia tridimensional de la vista y el tacto, cuya cera encarna la carne haciéndola incorruptible, y por tanto imperecedera, convirtiéndola según Didi Huberman en “carne para sabios”.

Sobre la base de la belleza clásica el artista descarna a la Venus púdica, en pro de una impúdica radicalidad empírica del entramado vascular. El artista-anatómico intenta conjugar el orden celeste de la belleza divina de la diosa, con el orden visceral de la Venus-mujer terrenal, abierta. Es el avance científico.

Maribel Morente Parra
 

 LIBRO DEL SABER DE ASTROLOGÍA

Autor: Alfonso X (1221-1284), Yehudá ben Mošé (ca. 1210-1276), Samuel ha Levi, Abraham, Isaac ben Sid (Rabiçag de Toledo), Guillén Arremón Daspa, Johan Daspa, Fernando de Toledo, Joan de Mesina, Joan de Cremona y Bernardo el arábigo (siglo XIII)
Fecha: Burgos, 1278
Localización: Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla - UCM (BH Mss. 156)
Características técnicas: pergamino; 208 folios, 30 x 41 cm 

El Libro del saberde astrología es uno de los textos más significativos elaborados en el taller científico al servicio de la corte de Alfonso X. Es el resultado de la compilación de 16 tratados de contenido variopinto, aunque planteados de forma conjunta en función de una unidad temática: disponer de las herramientas imprescindibles para la observación y el estudio de los astros, aplicados al levantamiento del horóscopo. Dichos tratados se dividen en tres grandes bloques: análisis de las constelaciones, instrumental científico para la observación de los astros y su aplicación, y sistemas de medición temporal.

Su objetivo era el de agrupar todo el saber referente a la observación de los astros de tal manera que no fuera necesario consultar otro material. Para lograrlo se recopilaron fuentes árabes y latinas, que se tradujeron, revisaron y reelaboraron a lo largo de los años, a las que se sumaron textos de nueva creación para completar la información parcial u obsoleta, y cubrir lagunas temáticas preexistentes. El proceso, documentado gracias a los prólogos de los tratados, se inició en 1255 con la traducción del Libro de la açafeha, culminando con la elaboración del Libro del saber en Burgos en 1278. El monarca aparece como gran promotor del proyecto, y entre los artífices intelectuales del mismo figuran colaboradores judíos (Yehudá ben Mošé, Samuel ha Levi, Abraham, Rabiçag), cristianos peninsulares (Guillén Arremón Daspa, Johan Daspa, Fernando de Toledo), italianos (Joan de Mesina, Joan de Cremona) y el único colaborador de origen musulmán documentado en el escritorio regio (Bernardo el arábigo).

Toda la obra está marcada por un afán de claridad comprensiva que se manifiesta en su definición textual, así como en el cuidado lenguaje visual del manuscrito. Bellas representaciones de instrumentos científicos como astrolabios, cuadrantes o relojes, sorprenden al espectador por su corrección y precisión descriptiva.La obra se copió durante siglos, aunque el hecho de que no se imprimiera hasta el siglo XIX condicionó su escasa difusión, siendo conocida tan solo por quienes tuvieron acceso al original o a alguna de sus copias. Gracias a la edición de Manuel Rico y Sinobas (1867) se dio a conocer definitivamente, aunque bajo el título Libros del Saber de Astronomía, adaptado al panorama intelectual decimonónico.

El manuscrito permaneció vinculado al patrimonio regio hasta 1505, fecha en la que fue adquirido por el Cardenal Cisneros para la biblioteca del Colegio de San Ildefonso de la sede universitaria alcalaína, origen del fondo antiguo de la Universidad Complutense. Los avatares de la institución lo condujeron en el siglo XIX a Madrid, primero al convento de las Salesas Nuevas, y posteriormente al antiguo Noviciado de los Jesuitas. Poco antes de 1936 lo llevaron a la nueva Facultad de Filosofía y Letras en la Ciudad Universitaria, cuyo edificio quedó gravemente afectado durante la Guerra Civil. El códice, como muchos otros, tuvo que ser rescatado de entre los escombros. De vuelta a su ubicación actual, fue restaurado en 1977, y a pesar de los infortunios, pudo recuperar en parte su magnífica calidad.

Laura Fernández Fernández
 

CAJA PARA MEDICAMENTOS “FL. RORIS”

Autor: anónimo
Fecha: siglo XVII
Localización: Madrid, Museo de la Farmacia Hispana, Facultad de Farmacia, Universidad Complutense de Madrid (MFH, 1341)
Características técnicas: madera policromada; 20 x 20 x 22,5 cm

La pieza, destinada a contener flores de romero, forma parte de un conjunto de cinco, de similares características en cuanto a estructura, dimensiones y elementos decorativos, lo que las vincula a una misma oficina de farmacia. Carece de tapa y en el frontal presenta restos de un sistema de tirador, lo que induce a pensar que estuviera encajada en una estructura o armazón. La policromía está realizada al óleo sobre una preparación de estuco, a base de pinceladas sueltas y utilizando una gama de colores en la que predominan los blancos, verdes y ocres. Representa la imagen de una mujer, con el rostro y la mirada ligeramente levantados, lo que le imprime una cierta sensación de movimiento; vestida con lujosas ropas y joyas, cubre la cabeza con una corona de hojas verdes, motivo que puede aludir al contenido del recipiente, el “romero coronario” con el que, según Dioscórides (siglo I), se suelen hacer guirnaldas. La figura aparece flanqueada por dos ramitos de flores blancas y rojas. En la parte superior, una cartela, a modo de pergamino desenrollado, sirve de soporte al nombre del contenido: “Fl. RORIS” (Florum Roris Marin, es decir, Flor de Romero).

El romero (género Rosmarinus), un arbusto utilizado como aromatizante, fue considerado como estimulante, antiespasmódico y ligeramente diurético; formó parte de numerosas preparaciones medicinales: el “Fomento contra dislocaciones y contusiones”, el “Bálsamo de Aparicio”, el “Bálsamo de Opodeldoc” (un alcoholado de jabón animal), el “Aceite de romero padre” de Alonso de Jubera o el “Aceite antirreumático del fraile”, entre otras. El refranero popular alude a la importancia del romero en la medicina casera: “en teniendo aceite, sal, vino y romero, media botica tenemos”.

Eugenia Mazuecos Jimenez - Antonio Gonzalez Bueno
Museo de Farmacia Hispana - UCM

TABLAS ASTRONÓMICAS

Autor: Alfonso X (1221-1284), Yehudá ben Mošé (ca. 1210-1276), Isaac ben Sid (Rabiçag de Toledo) (s. XIII), Johannes de Saxonia (ca. 1320-1355)
Fecha: 31 octubre, 1492
Localización: Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla - UCM (BH FG 607)
Características técnicas: incunable, papel, 114 h; entalladura con una imagen en la que se representan varios astrónomos en diálogo, uno de ellos con una esfera armilar; iniciales estampadas de tipología “litterae florentes”

 

Las Tablas Alfonsíes fueron realizadas en la ciudad de Toledo entre 1263 y 1270 por dos de los colaboradores habituales del rey, Yehuda ibn Mošé e Isaac ibn Sid, ambos judíos. El equipo de científicos reunido en torno a Alfonso X se valió de la herencia clásica recogida a través del mundo árabe, así como de las innovaciones andalusíes, para crear una obra de gran trascendencia en el panorama científico posterior gracias a las copias que circularon por toda Europa. Su recepción en París, de la que tenemos plena constancia en 1320, fue especialmente significativa para la historia de la astronomía medieval y para la pervivencia de la obra alfonsí. En este contexto un grupo de astrónomos adaptaron la obra al meridiano de París, utilizando el latín, vigente en toda Europa, en lugar del castellano. En 1327 Juan de Sajonia escribió unos nuevos cánones para estas tablas alfonsíes parisinas, texto que fue impreso por primera vez en 1483 por Echard Ratdolt,convirtiéndose en la piedra angular del corpus de tablas astronómicas de la Baja Edad Media y Edad Moderna en Occidente, reeditándose en múltiples ocasiones hasta 1641.

Este tipo de tablas se concibieron como instrumentos que facilitasen los cálculos necesarios para determinar las posiciones de los planetas respecto a un punto geográfico, las distancias entre ellos, o el cálculo de los eclipses y posiciones de las constelaciones, basándose en el sistema ptolemaico vigente. Estas operaciones ofrecían respuestas a diversas disciplinas: a la astronomía y astrología, contribuyendo a la definición de los mapas celestes, así como a la elaboración de horóscopos; a la geografía, favoreciendo la localización de coordenadas terrestres basándose en las celestes; a la navegación, ya que facilitaban la orientación a partir de la posición de los astros; y a la historia, pues las tablas definían “eras” en base a los principales personajes de cada periodo histórico. Aunque su origen se remonta al mundo griego, fue en el ámbito islámico donde adquirieron plena definición, especialmente orientadas al desarrollo de calendarios y cómputo temporal, destacando en el ámbito hispano lasTablas Toledanas (ca. 1061, Toledo, Azarquiel), punto de partida para las Alfonsíes. Estas utilizaron como raíz el año 1252, inicio del reinado de Alfonso X, estableciendo la “era alfonsí”.

La elaboración de las Tablas Alfonsíes supuso un importante desarrollo para la astronomía europea, ya que por primera vez un monarca occidental patrocinaba un proyecto de estas características a imitación de los soberanos del Oriente islámico. La obra original, tristemente desaparecida, debió de ser un bello ejemplar iluminado, en la línea de otros manuscritos elaborados en el taller científico vinculado a la corte alfonsí. Su repertorio figurativo probablemente incorporase las representaciones de las constelaciones, traduciendo en imágenes el complejo contenido científico codificado a través de las tablas numéricas.Las tablas astronómicas que llegaron a la imprenta fueron necesariamente mucho más discretas, aunque mantuvieron algunos elementos ornamentales interesantes a través de sus iniciales y entalladuras, como el diálogo de astrónomos que encontramos en el folio 4 del incunable de 1492.

Laura Fernández Fernández

FARMACIA BARROCA DEL HOSPITAL SAN JUAN BAUTISTA DE ASTORG

AAutor: anónimo
Fecha: siglo XVIII
Localización: Madrid, Museo de la Farmacia Hispana, Facultad de Farmacia, Universidad Complutense de Madrid (MFH 3577 / 3677)
Características técnicas: madera policromada; madera de pino policromada al óleo en las caras frontales, pintadas al temple magro en las laterales; dorado al agua con base de bol rojo; 380 x 536 x 38,5 cm  

Conjunto formado por un mueble principal y tres más pequeños, de estilo barroco, realizado en madera de pino con terminación en policromía; en todos ellos se sigue una misma estructura de óvalos y hornacinas en los cuerpos superiores y cajones y puertas en los inferiores. Presenta pintura al óleo en las caras frontales y al temple magro en las laterales.

La cajonería está destinada a conservar productos de origen vegetal. Sus piezas constituyen una variada galería de representaciones de animales y paisajes campestres, marinos o urbanos, sobre los que se inserta una cartela con alusión al contenido herbario del cajón. Algunas de las vistas urbanas recuerdan vagamente a Granada, por lo que se ha querido pensar que este era el origen del pintor que los decoró. Un segundo grupo de motivos lo conforman animales exóticos, que no guardan relación con el contenido de lo anunciado en la cartela: osos blancos, monos, leones, dromedarios y algunos animales míticos, lo que hace pensar que su empleo fue meramente ornamental. Un tercer grupo, de baja presencia, está constituido por escenas que, en alguna medida, recuerdan la vida cotidiana, como el trabajo del boticario triturando en un mortero en la puerta de su casa o un labrador arando.

En ausencia del botamen original, en los estantes y hornacinas se exhibe parte de la colección de cerámica del Museo de la Farmacia Hispana, piezas realizadas en loza de Talavera de la Reina y Cuenca, con decoración heráldica correspondiente a diversas órdenes religiosas.

El Hospital de San Juan Bautista de Astorga estuvo situado junto a la catedral. Se conocen testimonios de su existencia desde los tiempos del reinado de Fernando II, el Católico (1479-1516). El edificio, destruido en un incendio ocurrido en 1756, fue reconstruido a expensas del obispo Francisco Javier Sánchez Cabezón, quien añadió una botica a la que, muy plausiblemente, pertenecería el mobiliario que nos ocupa. Tras la reforma del siglo XVIII, el Hospital siguió activo hasta enero de 1908 en que fue desahuciado el edificio. Los muebles que formaron parte de aquella farmacia hospitalaria fueron adquiridos por el Museo de la Farmacia Hispana en 1953.

Eugenia Mazuecos Jimenez - Antonio Gonzalez Bueno
Museo de Farmacia Hispana - UCM

 

MUSCULATURA EXTERNA DEL CABALLO
 

Autor: anónimo
Fecha: finales del siglo XVIII-mediados del siglo XIX
Localización: Madrid, Museo Veterinario Complutense (n.º cat. MV-658)
Características técnicas: madera policromada; 238 x 220 x 75 cm

Esta impresionante talla a tamaño natural en madera policromada muestra los planos anatómicos externos del caballo. Simula el resultado de la retirada de la piel del animal evidenciando los músculos, ligamentos, tendones y demás estructuras externas. La pieza resulta espectacular por sus dimensiones, ya que el modelo refleja las proporciones de un caballo de raza grande. Seguramente sea el modelo veterinario de mayor tamaño conservado en el mundo. Se trata de una pieza extraordinariamente singular de la que no hay constancia de ejemplares similares en otros museos o universidades. Aúna la utilidad docente, al mostrar la anatomía externa equina para la enseñanza de veterinarios (o quizá militares de caballería), con cualidades artísticas al presentarlo en actitud propia de las estatuas ecuestres. El caballo, en movimiento, se apoya solo en dos extremidades, lo que supone superar dificultades técnicas para asegurar la estabilidad de la talla dadas sus proporciones y peso, pues además es maciza.

La compleja elaboración de este tipo de obras ha sido abordada desde la Historia del Arte en precedentes que arrancan desde las estatuas ecuestres de emperadores romanos, continuados en esculturas de personalidades del Renacimiento y demás épocas y estilos. La postura que adopta el caballo en esta obra fue empleada también en los tratados de anatomía veterinaria y así aparece en sus láminas y grabados. Sirvan de ejemplo el de Carlo Ruini de 1598, imitado por nuestro albéitar Fernando de Sande y Lago en 1717, quien la denominó “demostración y tabla anatómica del caballo”, o el del autor parisino Philippe-Etienne Lafosse (1772).

La datación de la talla resulta compleja ya que no existen datos en inventarios recientes del Departamento de Anatomía y Anatomía Patológica Comparadas de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, donde se encontraba antes de exhibirse en el actual Museo Veterinario. Los primeros modelos veterinarios conocidos coinciden con la primera Real Escuela de Veterinaria de Madrid de 1793. Esta elabora, adquiere y encarga modelos anatómicos en cera, escayola y otras materias. No se conoce con exactitud cuándo se incorpora esta talla a los fondos de la Escuela de Veterinaria ni si procede de una donación efectuada a principios del siglo XX por el Museo Nacional de Ciencias Naturales (con fondos que procedían del antiguo Museo del Doctor Velasco o de otras instituciones). El Real Tribunal del Protoalbeiterato que examinaba a los albéitares encargados de la medicina de los équidos, disponía a finales del siglo XVIII de un “caballo de cartón” para los exámenes. Por otro lado, los otros modelos equinos del museo, más sofisticados y realizados en materiales más ligeros como el papel maché, son posteriores y no se incorporan a la Escuela hasta finales del siglo XIX o principios del XX.

El binomio arte y ciencia tan firmemente unido en épocas pasadas se plasma con rotundidad en esta gran talla, a medio camino entre el modelo anatómico y la escultura. En ella se aprecia a través de la anatomía la potencia y nobleza de este animal, tan importante para la humanidad

Joaquín Sánchez de Lollano Prieto
Dir Museo Veterinario Complutense