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VII. En que se describe la más ilustre Obra de Don Diego Velazquez.

 

 

 

 

Diego Velázquez, Las Meninas, 1656. Madrid, Museo Nacional del Prado.


[Volver a VI. En que la Majestad del Señor Phelipe Quarto le hace merced a Don Diego Velazquez de Aposentador Mayor de Palacio.]

 

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VII. En que se describe la más ilustre Obra de Don Diego Velazquez.

 

Entre las pinturas maravillosas que hizo Don Diego Velázquez, fue una del cuadro grande con el retrato de la Señora Emperatriz (entonces Infanta de España) Doña Margarita Maria de Austria, siendo de muy poca edad. Faltan palabras para explicar su mucha gracia, viveza y hermosura; pero su mismo retrato es el mejor panegírico. A sus pies está de rodillas Doña Maria Agustina, menina de la reina, hija de Don Diego Sarmiento, administrándole agua en un búcaro. Al otro lado está Doña Isabel de Velasco (hija de Don Bernardino López de Ayala y Velasco, Conde de Fuensalida, gentilhombre de cámara de su majestad), Menina también, y después Dama, con un movimiento y acción proprísima de hablar. En principal término está un perro echado; junto a él, Nicolasico Pertusato Enano, pisándolo, para explicar al mismo tiempo que su ferocidad en la figura, lo doméstico y manso en el sufrimiento; pues cuando le retrataban se quedaba inmóvil en la acción que le ponían. Esta figura es obscura y principal, y hace a la composición gran armonía. Detrás está Mari Barbola Enana, de aspecto formidable. En término más distante y en media tinta está Doña Marcela de Ulloa, Señora de Honor, y un Guardadamas que hacen a lo historiado maravilloso efecto. Al otro lado está Don Diego Velázquez pintando. Tiene la tabla de los colores en la mano siniestra, y en la diestra el pincel, la llave de la Cámara y de Aposentador en la cinta, y en el pecho el hábito de Santiago, que después de muerto le mandó su Majestad se le pintasen. Y algunos dicen que Su Majestad mismo se lo pintó para aliento de los profesores de esta nobilísima arte con tan superior cronista; porque cuando pintó Velazquez este cuadro, no le había hecho el rey esta merced. Con no menos artificio considero este retrato de Velazquez que el de Fidias, escultor y pintor famoso, que puso su retrato en el escudo de la estatua que hizo de la Diosa Minerva, fabricándole con tal artificio que si de allí se quitase se deshiciese también de todo punto la estatua. (18)

 

No menos eterno hizo Ticiano su nombre con haberse retratado teniendo en sus manos otro con la efigie del Señor Rey Don Phelipe Segundo; y así como el nombre de Fidias jamás se borró en cuanto estuvo entera la estatua de Minerva, y el de Ticiano en cuanto durase el del Señor Phelipe Segundo, así también el de Velazquez durará de unos siglos en otros, en cuanto durare el de la excelsa cuanto preciosa Margarita, a cuya sombra inmortaliza su imagen con los benignos influjos de tan soberano dueño.

 

El lienzo en que está pintado es grande, y no se ve nada de lo [343] pintado, porque se mira por la parte posterior, que arrima al caballete.

 

Dio muestras de su claro ingenio Velazquez en descubrir lo que pintaba con ingeniosa traza, valiéndose de la cristalina luz de un espejo que pintó en lo último de la galería, y frontero al cuadro, en el cual la reflexión o repercusión nos representa a nuestros Católicos Reyes Phelipe y Mariana. En esta galería, que es la del cuarto del príncipe, donde se finge y donde se pintó, se ven varias pinturas por las paredes, aunque con poca claridad; conócese ser de Rubens, e historias de las Metamorfosios de Ovidio. Tiene esta galería varias ventanas que se ven en disminución, que hacen parecer grande la distancia; es la luz izquierda, que entra por ellas, y sólo por las principales y últimas. El pavimento es liso y con tal perspectiva que parece se puede caminar por él; y en el techo se descubre la misma cantidad. Al lado izquierdo del espejo está una puerta abierta, que sale a una escalera, en la cual está Joseph Nieto, Aposentador de la Reina, muy parecido, no obstante la distancia y degradación de cantidad y luz en que le supone. Entre las figuras hay ambiente; lo historiado es superior; el capricho nuevo; y, en fin, no hay encarecimiento que iguale al gusto y diligencia de esta obra: porque es verdad, no pintura. Acabóla Don Diego Velazquez el año de 1656, dejando en ella mucho que admirar y nada que exceder. Pudiera decir Velazquez (a no ser más modesto) de esta pintura lo que dijo Ceuxis de la bella Penelope (de cuya obra quedó tan satisfecho): In visurum aliquem, facilius, quam imitaturum; que más fácil sería envidiarla que imitarla.

 

Esta pintura fue de Su Majestad muy estimada y, en tanto que se hacía, asistió frecuentemente a verla pintar. Y asimismo, la Reyna nuestra Señora Doña Maria Ana de Austria bajaba muchas veces, y las Señoras Infantas, y Damas, estimándolo por agradable deleite y entretenimiento. Colocóse en el cuarto bajo de su majestad, en la pieza del despacho, entre otras excelentes; y habiendo venido en estos tiempos Lucas Jordan, llegando a verla, preguntóle el Señor Carlos Segundo, viéndole como atónito: ¿Qué os parece? Y dijo: Señor, esta es la teología de la pintura,  queriendo dar a entender que así como la teología es la superior de las ciencias, así aquel cuadro era lo superior de la pintura.

 

[Seguir a VIII. De las Pinturas que llevó Velazquez al Escorial de orden de su Majestad; y de las Pinturas del Salón Grande, que llaman de los Espejos.]


 

 

 

 

 

 

Cuadro que hizo Velazquez con el retrato de la Señora Emperatriz, y en que él se retrató a si mismo.

 

Descripción del historiado de esta pintura.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fidias en la estatua de Minerva.

(18) Plin. nat, hist. lib. 35.

 

Ticiano en el retrato del Señor Phelipe Segundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Retrato de Jusepe Nieto, (así llamado) Aposentador de la Reina.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Calificación de Jordan sobre el cuadro de la Señora Emperatriz, de Velazquez.