Ir al contenido

Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Domingo, 28 de abril de 2024

Inicio | Revistas culturales

Genios, adiós

 

La sociedad (la nuestra, la tuya, la mía), esa marabunta épica de la que nuestro discurso (el tuyo, el mío) huye a veces, mitad coqueto, mitad orgulloso, para buscarse las canas blanquísimas y sapienciales frente al espejo, necesita genios. O vacas sagradas a las que lamer las tetas, según si se mira desde el lado cínico o no. Kennedy, aquel guapetón de verbo ardiente y ardiente idea, dejó dicho, antes de que dos balas enmudeciesen su saludo y su sueño multitudinario, que una "nación se define no sólo por los hombres a los que da a luz, sino también por los hombres a los que honra". Francisco Umbral, que llevaba bajo la melena nívea y rala todo un acervo lírico, tenía escrito por ahí que "en España, cuando no tenemos un genio, nos inventamos una generación". Lo decía en broma circunspecta, pero la cita me sirve para hacer de contrapeso cínico a esa especie de heroísmo cultural kennedyano.

El imaginario es así un kilométrico corredor plagado de altares, de pedestales a los que unos llegan demasiado pronto y otros demasiado tarde, a los que unos suben y otros son subidos, desde los que unos caen y en los que otros mueren. Una colección de aleatorios héroes que a menudo no saben qué están haciendo allí, aunque en las entrevistas finjan conocer el color que tienen las pupilas de la profundidad. No por aleatorios son menos meritorios; se me entienda. Pero la Fama y la Gloria son deidades tornadizas, que se levantan el vestido para ellos como podrían levantárselo para otros. Aún así, se les llora cuando mueren. Si eran políticos, un ejército de orfandades invade las calles y descabeza las voluntades, trepana el pecho de los ideales y acalla por un tiempo o para siempre el traqueteo del progreso. Si eran pintores, se seca el manantial iridiscente de las paletas, se acobarda la belleza de los paisajes poderosos, se queda calvo el pincel de estar tan quieto. Si eran escritores, los libros lloran polvo. Si eran escritores, todas las tintas se vuelven negras y el luto engarza alegorías rilantes de tristeza. Si eran escritores, las metáforas son sólo hechizos fracasados y la paloma no puede ser ya el ramillete apresurado que anuncia la paz, o el amor espada dulce y asesina, o espejos los ojos(los nuestros, los tuyos, los míos), o los versos no pueden conformar, ay, la marejada que bate y abate nuestro corazón, que ya no se inflama sino por motivos médicos. Si eran escritores, nada más y nada menos que la rendición de los bolígrafos.

Todo es momentáneo, por supuesto. Las multitudes vuelven a tronar y ocupan bellos escenarios y siempre hay alguien por allí con una libreta cerca del pecho, alguien que atrapa la trascendencia del momento, alguien que describe al pájaro audaz que interrumpe los discursos, más libertario que los propios libertarios, y lo convierte en simbólico ave. Alguien que sin saberlo sanciona la muerte del luto.

 

Comentarios - 0

No hay comentarios aun.


Universidad Complutense de Madrid - Ciudad Universitaria - 28040 Madrid - Tel. +34 914520400
[Información - Sugerencias]