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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 28 de marzo de 2024

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Drive (2011)

Director: Nicolas Winding Refn

Guión: Hossein Amini

Reparto: Ryan Gosling, Carey Mulligan, Albert Brooks, Ron Perlman, Bryan Cranston, Oscar Isaac, Christina Hendricks, Tina Huang, Joe Pingue, Christian Cage, James Biberi

País: Estados Unidos

Duración: 100 min

Valoración E-innova: 

Convertido en un fenómeno de culto ya desde su mismo estreno gracias a su excelso paso por festivales y salas de cine a lo largo de medio mundo, el flamante último filme de Nicolas Winding Refn (Valhalla Rising [2009], Bronson [2008]) llegó finalmente a nuestras pantallas hace apenas un par de meses. Y lo hizo para dejar la misma e imborrable huella que ya mostró en Cannes, festival donde la cinta se alzó con el preciado premio a la mejor dirección para el cineasta nórdico; un autor con un interesante bagaje a sus espaldas que ha conseguido dar el definitivo salto en la industria con Drive, el absorbente y demoledor thriller que durante los próximos párrafos desmenuzaremos.

Si existe un adjetivo con el que podemos estar seguros de acertar a la hora de definir la obra de Refn, ese no es otro que visceral. Empero, el problema radica en que la complejidad del filme, sus múltiples capas y su incierta tonalidad dramática, impiden la fácil clasificación o los conceptos totales. Desde luego, Drive es visceral, pero es igualmente humana, elegante, preciosista, brutal y explícita. Un maremágnum de conceptos que, probablemente en uno de sus mayores aciertos, se dan de manera prominente a lo largo del todo el metraje y en una combinación lo suficientemente acertada como para permitir un resultado completamente fuera de la norma.

Drive es una áspera historia de sacrificio y amor envuelta en una sofisticada estética que no hace sino ensalzar tanto narrativa como estéticamente el contenido de la cinta (ya de por sí poderoso) hasta alcanzar por momentos el paroxismo puro. Construida en torno al eficiente modelo de la lenta progresión dramática, tan empleado y convertido en patrón narrativo por Sergio Leone (entre otros) en alguna de sus más memorables obras (Hasta que llegó su hora [Once Upon Time in the West, 1968] emerge como el perfecto ejemplo en este sentido), Refn cimenta su particular visión de la violencia y el amor a través de una lenta sucesión de acontecimientos, pequeños y mágicos instantes, que van tomando forma y siendo llenados de contenido a medida que se van desarrollando para terminar, definitivamente, de la única manera en que podían hacerlo: explotando completamente en una bella tormenta de destrucción y fuegos de artificio tan milimétricamente planificados como espectacularmente resueltos.

El poder visual de Refn se encuentra muchos niveles por encima del guión de Hossein Amini. Y parte de la contundencia de Drive la encontramos precisamente en esta extraña relación. Si bien es evidente que la trama es (extraordinariamente) simple, lo es también que la estética, la cadencia narrativa y el estilo visual se encuentran tratados con una minuciosidad casi enfermiza. Y no es sino gracias a ese poco elaborado argumento como Refn puede permitirse echar el resto en el apartado visual. Artificiosidad compositiva, elegantes plano-secuencias y una atemporal sobriedad se dan la mano para conseguir un complejo entramado estético que recuerda por momentos a algunos de los grandes nombres propios del thriller americano de los setenta y ochenta, como William Friedkin o Michael Mann, y que permiten erigirse a Ryan Gosling en uno de esos héroes solitarios y atormentados tan habituales del cine negro, y claro exponente del samurái de Melville (El silencio de un hombre [Le Samourai, 1972]).

El trabajo de guión queda por tanto en un invariable segundo plano que, no por ello, debe ser desdeñado. A decir verdad, la simplicidad del mismo, más que un defecto, emerge casi como una virtud en el sentido de que ni enturbia el fácil discurrir de la trama, ni complica en ninguno de los sentidos el trabajado apartado visual. El primer acto, de un ritmo lento incluso para los cánones del género, ejemplifica cómo a través de una historia mínima pero precisa, Refn es capaz de construir un elaborado marco de relaciones personales que permiten hacer germinar los lazos que durante los dos siguientes actos se potenciarán para, inmediatamente después, volar en pedazos, produciendo por el camino el estruendoso resultado buscado. Lo que comienza con un típico atraco (que deja de serlo tanto en virtud de la estilosa dirección de Refn), pronto evoluciona en un sinfín de direcciones para, de golpe y porrazo, e inaugurando el segundo acto, convertirse en un oscuro thriller mafioso de venganza.

Lejos de este tipo de cine quedan ya los estereotipos de los villanos y los héroes. A no mucho que se profundice en las motivaciones de cada uno de los personajes, es fácil constatar cómo ni los villanos son tan abiertamente malos como parece, ni el protagonista es tan bueno como podríamos presuponer. Más bien al contrario: bondad y maldad se entremezclan prácticamente en todos los personajes de la trama, generando de ese modo la atmósfera precisa para traspasar las barreras de la convencionalidad relacional y dar pie a las turbulentas interacciones que atormentan a unos y a otros. Más que buenos y malos, lo que hay son víctimas: y las hay que lo son por cuenta ajena, pero también por cuenta propia.

Mención especial merece la banda sonora. Cliff Martínez, retomando la línea de composición que tan buenos resultados le ha dado en sus anteriores filmes, El inocente (The Lincoln Lawyer, 2011) y Contagio (Contagion, 2011, del que hicimos una reseña en el número de enero de 2012), recupera el trabajo de sintetizadores para crear una atmósfera pulp y moderna con claras reminiscencias ochenteras, embrochada por las colaboraciones de otros grandes de la electrónica como Kavinsky, Collegue o Chromatics.

Pese a su escaso presupuesto y su decididamente poco elaborado argumento, Drive se manifiesta como un thriller muy por encima de la media gracias a un cuidadísimo sentido del ritmo y a un total control por la estética visual y sonora que, más allá de casar a la perfección, se potencian sinérgicamente para servir de preciosista vehículo a través del cual explorar la violencia y las pasiones desde una perspectiva sádica y feroz, mostrando en todo momento la dualidad inherente a todo ser humano de la mano del enigmático escorpio interpretado por un creíble y fascinante Ryan Gosling, y secundado por el saber hacer de pesos pesados como Albert Brooks o Ron Perlman.

Una obra fundamental que sitúa a Refn como un realizador a seguir muy de cerca y al filme como un atípico exponente dentro del género; su atemporalidad y elegancia lo ubican en una desconcertante dimensión intermedia que impide su fácil clasificación y que no hace sino potenciar esa perenne sensación de incertidumbre y sorpresa que han terminado por convertir a Drive en lo que es: un atípico, desconcertante y fascinante ejercicio de estilo.

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