Polvo solidario en el Ateneo


Una empresa limpia la biblioteca de la sede de la institución cultural, que cuenta con más de 600.000 volúmenes, y dona, a cambio de los gramos recogidos, 10.000 libros a varias ONG de discapacitados


Los miles de volúmenes del Ateneo no habían sido limpiados en los últimos veinte años. A la derecha plumero blanco y plumero negro. ¿Cuánto pesa el polvo?
 

Juancho Sánchez
Jueves, 19 de mayo de 2005 Madrid- Si se ponen en línea recta, las estanterías del saber ocupan, en el Ateneo, 27 kilómetros. En la biblioteca, donde el silencio es ley, se reúnen a diario los prohombres –y los aspirantes– del arte, la literatura y la ciencia de Madrid, protegidos por volúmenes que duermen sin cambiar de postura hace ochenta años. Porque, seamos sinceros, hay títulos, como el «Código penal» de 1885 o el «Tratado completo de cálculo mercantil», que sólo se sostienen por prestigio.
    El caso es que esos volúmenes, de tanto silencio y tanta quietud –la mayoría de visitantes se traen la lectura y los debates de casa– habían acumulado polvo para matar a un alérgico. Había que hacer algo, y rápido. Y se hizo. Bueno, más que los gestores del Ateneo, fue la Providencia, una de las diosas que preside su salón de actos, la que se manifestó con nombre de empresa de limpieza.
    Resulta que una empresa puntera en la limpieza ha puesto en el mercado, recientemente, su ultramoderno plumero atrapapolvo. Y, amén de promocionarlo a toda pastilla en televisión y radio, también quiere la empresa hacerse un hueco en el parnaso de los mecenas del arte y ha llamado al Ateneo para proponerle un trato curioso: polvo a cambio de libros. Polvo solidario, vamos.


Un gramo, un libro. Más claro. Jonshon ofrecía su plumero atrapapolvo para limpiar las estanterías de la biblioteca del Ateneo. Además, por cada gramo de suciedad donaría un libro a una ONG relacionada con las discapacidad, ya sea física o psíquica. Los libros serían donados por las editoriales Bruño y Espasa-Calpe, además de otros 200 ejemplares de la colección privada del ilustrador ejemplar Antonio Mingote y que serían distribuídos por Aevol, la asociación española del voluntariado.
    El secretario del Ateneo, Alejandro Sanz, casi se desmaya al oir la propuesta: «En veinte años que llevo aquí, creo que nunca he visto que se limpien estas salas». Luego se lo piensa algo más y añade: «Vamos, que para mí que esto no se ha limpiado en los más de cien años que tiene».
    Así que Sanz dijo sí de inmediato y los trabajos comenzaron el pasado martes. El primer día, la empresa llevó al Ateneo unos 100 plumeros y un peso ultrasensible. Primero creían que cada plumero, cuando se usara y pasara de blanco inmaculado a negro zaino al cabo de unos cuantos libros, pesaría bastante. Pero he aquí la sorpresa al comprobar que el polvo es tan liviano, «apenas medio gramo por plumero» que al cabo se vio que si se pagaban libros al peso no iban a salir ni un centenar de titulos. Así que cortaron por lo sano: se recoja la basura que se recoja, donaremos 10.000 libros, anunciaron.
    Además, las tres empleadas contratadas para limpiar en tres días la biblioteca avisaron enseguida de otro problema: «Con 150 plumeros no vamos a llegar». Y es que ustedes no se lo creen, pero tenían que haber visto cómo estaban los libros: negros, negros. La empresa –Jonshon–, eso sí, no se arredró y multiplicó por cuatro el número de plumeros milagrosos destinados a la causa. Así, cuando hoy mismo acabe la limpieza se habrán consumido casi 500 plumeros, pero se podrá decir eso de prueba superada.